Soy hijo único. Como la mayoría de las cosas, hay ventajas y desventajas. A veces deseaba tener un hermano con quien jugar cuando era pequeño. Otras veces aprecié que no tenía que compartir mis juguetes o pelear con ellos como lo hicieron mis amigos. Mientras que algunos de mis amigos crecieron quejándose de que no recibían suficiente atención, de manera rutinaria me sentí sofocado en casa porque no había nadie más a quien mi madre pudiera desviar su atención.
Como adulto, a veces siento que me estoy perdiendo un aspecto vital de la vida al no tener un hermano con el que pueda compartir ese vínculo. Como padre de dos hijos, a menudo desearía tener un hermano para poder comprender mejor su vínculo. También me resulta muy difícil sentir que estoy prestando la atención adecuada a cualquiera de mis hijos, porque instintivamente quiero centrar toda mi atención en uno de ellos a la vez, pero tampoco quiero dejar al otro fuera , y no sé cómo llegar a un medio feliz. No puedo evitar pensar que si tuviera hermanos, este tipo de cosas me serían más naturales.