Los padres hacen dos tipos de gritos: gritarles a los niños y gritarse unos a otros. Ambos pueden causar problemas importantes para el niño a lo largo de su vida.
Se supone que un padre es la persona que le enseña a su hijo qué comportamiento es aceptable y normal. Si su relación con su cónyuge es continuamente combativa, abusiva (verbal o físicamente) y negativa, es probable que el niño crezca creyendo que esto es normal y entable relaciones infelices y abusivas. Puede que les resulte difícil relacionarse con una pareja que no es tan volátil como acostumbran a ver. El niño también crece constantemente tenso, sin saber cuándo ocurrirá el próximo estallido, y puede tratar de ser el pacificador entre sus padres, lo que resulta en un sentimiento de fracaso cuando se producen peleas.
Cuando un padre continuamente le grita a su hijo, a menudo le dice que no es lo suficientemente bueno, que no merece ser amado y que no puede hacer nada bien. Una vez que esta creencia se inculca en un niño, la llevará a la edad adulta y es muy difícil de superar. Es posible superar este tipo de autoimagen negativa con un trabajo personal intensivo y posiblemente terapia o una clase de coaching de vida. (More to Life marcó la diferencia para mí personalmente: creí que era una persona horrible y horrible y que nadie me amaría y salí sabiendo que tengo mucho que ofrecer al mundo y la gente ya me ama, y merezco ese.)
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