En realidad, no se me permitió mucha reacción. Se había acumulado una enorme pila de colillas en un rincón de mi habitación y había decidido que no podía importarme menos. (Mi compañero de cuarto ya se había ido y yo también lo habría hecho, si mi tesis del último año no necesitara algunas mejoras). Resulta que estaba muy equivocado. El supervisor del albergue entró a mi habitación en un buen día con otra excusa y encontró la reserva culpable por casualidad. Informó su botín al alcaide sin darme ninguna oportunidad de explicarlo (no es que hubiera podido hacerlo). Como resultado, tuve que limpiar (barrer, trapear, quitar el polvo, todo el trabajo) las habitaciones de 20 de mis compañeros durante un período de 20 días a cambio de no ser expulsados del albergue de inmediato. El supervisor del albergue, no sin una mentalidad maliciosa, se aseguró de que valiera la pena cada día. Ah, sí, también tuve que limpiar después de que otros internos del albergue se hubieran llenado en la cafetería. Algunos de ellos dejaron a propósito sus platos sucios solo para divertirse a mi costa. Tenían sus risas; Aprendí una importante lección de vida.