Soy una persona religiosa que también ama la ciencia. Hemos enseñado un amor por ambos en nuestra familia. Esto no es difícil y no requiere enseñar religión como “cuentos de hadas”, como decía otro cartel.
Hemos enseñado a nuestros hijos a comprender el poder y los límites del método científico (observación, hipótesis, falsificación, construcción de teorías). También les hemos enseñado a comprender cómo la religión puede operar y enriquecer sus vidas, y cómo evaluar y cuestionar cuestiones de fe, internas y subjetivas en lugar de externas y objetivas, pero que, por lo demás, no difieren de las preguntas científicas y la construcción de teorías.
La clave es comprender cómo funcionan y mantener una experiencia cualitativa interna separada de las observaciones cuantitativas externas. Ayuda a poder enseñar, debatir y demostrar ambos durante largos períodos de tiempo (factible en una situación de crianza familiar), ya que a primera vista puede parecer contrario a la intuición o no intuitivo.
En términos de textos religiosos, hemos enseñado a nuestros hijos a comprenderlos en términos de lo que significaron para quienes los escribieron, lo que están tratando de enseñar y lo que nosotros en nuestras vidas podemos extraer de ellos. Este no es un enfoque inerrantista o relativista, sino más bien estar dispuesto a excavar en busca de significado dentro del texto y estar abierto a la inspiración a medida que la fe crece en su vida.
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