Como educador, ¿cuánta responsabilidad te atribuyes a ti mismo por el desempeño de tus alumnos?

Fluctúa.

Al principio, me castigé por todos los fracasos estudiantiles. Si los estudiantes no prestaban atención era porque no era lo suficientemente interesante o porque la gestión de mi clase no era lo suficientemente buena. Si los estudiantes no entendieron un concepto, es porque no lo enseñé de una manera que todos mis estudiantes pudieran entender.

Para mi cordura, gradualmente comencé a transferir la responsabilidad de estos fracasos a mis alumnos.

Ahora, mis sentimientos fluctúan día a día. Más por la emoción que por cualquier realidad cambiante de la situación.

La realidad es que parte es culpa mía, y parte es culpa suya. Es difícil decir dónde comienza uno y comienza el otro.

Un maestro que acepta todas las fallas se quemará.

Un maestro que no acepte ningún error nunca mejorará.

La clave es no golpearse, darse cuenta de que no todo está bajo su control, al mismo tiempo que reconoce las deficiencias y se esfuerza por mejorar.

¿Qué quieres decir con rendimiento? No son galgos. Mis alumnos son adolescentes, nuestros alumnos seleccionados (aquellos en riesgo de reprobar) cuyo logro que estamos tratando de obtener sufren de una gran cantidad de factores sociales, económicos y físicos que están fuera de nuestro control. Dicho esto, la investigación muestra que cuanto más se ve un maestro como el factor decisivo en el aula, más cambio es posible para los estudiantes con dificultades. Pero hay muchos, muchos factores que contribuyen al rendimiento del estudiante.

Es mejor que creas, eres responsable, si haces el esfuerzo correcto. Pero en el caso de ‘pequeños matones’, estás libre de todos los pecados debido al fracaso de sus padres.