Me encanta esta afirmación porque es muy cierta. Podemos llenar las cabezas de los niños con hechos, cifras y otra información durante todo el día y si no les enseñamos compasión, empatía, autoconfianza, tolerancia, etc., no les damos nada que valga la pena tener con la información que tienen. Un gran ejemplo de esto fue Adolf Hitler. Hitler era un genio, intelectualmente hablando; Tenía una gran mente analítica y estratégica, era un ávido lector y, en general, era extremadamente brillante. También era un narcisista, un sociópata, un espécimen frío, insensible e intolerante que hacía cosas terribles e indescriptibles con el intelecto y la educación que tenía.
Jospeh Stalin fue otro ejemplo, Iván el Terrible, etc. Edward Kemper, que es un asesino en serie condenado por asesinar a varias chicas en la década de 1970, tenía un coeficiente intelectual en los 130, era extremadamente articulado y bien leído, y de nuevo … hizo cosas terriblemente horribles. Él, Hitler, Stalin y similares crecieron en entornos en los que centrarse en el corazón o en las emociones, necesidades, etc., nunca fue importante.