Toda violencia es terrible.
Sin embargo, la violencia física (pelear) es más visual o evidente que la violencia psicológica (bullying).
Los ojos morados, las cicatrices, la sangre y otras manifestaciones de violencia física hacen que sea más difícil de ignorar, por lo que es razonable que las escuelas no quieran que las personas entren en contacto físico violento. También hay evidencia de que la policía se involucre.
La violencia psicológica, por otro lado, es difícil de probar y apenas es visible. Si alguien te golpea, obtendrás algún tipo de cicatriz o hematoma para probarlo. Si alguien te hace la vida imposible, es difícil demostrarlo. Del mismo modo, el lenguaje hiriente no deja cicatriz visible, a excepción del receptor.
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Las escuelas no tienen los recursos para controlar este tipo de violencia todo el tiempo a fin de hacer cumplir las normas contra el acoso escolar. Es por eso que sucede mucho cuando los maestros no están cerca. La violencia física deja su huella, con o sin testigos.
Y, por último, no estoy justificando la falta de atención de las escuelas hacia esto (me acosaron mucho cuando era niño), pero entiendo que tienen restricciones e incentivos organizativos y legales, que los hacen comportarse como lo hacen.
Piense en esos casos extremos cuando hay policías en las escuelas y los estudiantes son buscados con detectores de metales. Obviamente están tratando de detener una tragedia de violencia física. Además, las acciones son muy visibles para los padres que exigen “algo” que hacer para garantizar la seguridad de sus hijos contra la violencia física. Pero en el caso de la violencia psicológica, hay muy pocas acciones que las autoridades escolares pueden implementar para detener un evento mayormente oculto, que involucra a estudiantes muy específicos, con efectos que son invisibles, y que exige grandes inversiones y esfuerzos en prevención y aplicación que no son visibles para los padres y la comunidad.