Emigré a Canadá cuando tenía 13 años, obviamente mis padres también son inmigrantes.
¿A qué se parece? Miedo y maravilloso ambos.
De miedo. Aterrador. Nueva cultura, nuevo idioma, nuevas tradiciones … Estaba acostumbrado a la Navidad en el verano, en América del Sur. Ahora estaba caminando sobre bancos de nieve. Estaba acostumbrado a que mi madre se preocupara de que en el invierno, las heladas pudieran dañar algunas de sus hermosas flores. Eso no me preparó para -24C con viento en mi camino a la escuela (pensé que era un desperdicio gastar dinero en boletos de autobús, se necesitaba dinero en otro lugar). Fue muy difícil ver a mis padres pasar de no tener hipoteca, además de una maravillosa carrera, red, familia extensa, amigos, una casa llena de reliquias y recuerdos familiares … a una hipoteca alta con altas tasas de interés, sin carrera, sin red, sin parientes, sin amigos, y recuerdos de todas las comodidades que dejaron … Sufrieron. Todas las transiciones tienen desafíos, y emigrar es una transición brutal.
Maravilloso. Estimulante Todavía recuerdo lo asombrada que estaba, lo limpia que estaba todo. Las calles, las aceras, la hierba … ¡y qué educados fueron todos! En persona, mientras conduce … Los canadienses son maravillosamente educados. Recuerdo que al ver a un policía ahora me sentía seguro (en mi país anterior, a veces me preguntaba a quién iban a atrapar para entregar al ejército para torturar, y estas personas no volverían a ser vistas). Extrañaba el sabor de la comida a la que estaba acostumbrado (bistec, pasteles …) pero aprendí nuevos sabores. Por ejemplo, la leche en Canadá tenía un sabor muy diferente. Entonces supe que la leche a la que estaba acostumbrada se vendía aguada. Me gustó que los funcionarios públicos no aceptaran sobornos, que se respetaran las alineaciones y que usted pudiera resolver cualquier problema que tuviera “con el gerente”. Durante años en Canadá, las personas aceptaron su Número de Seguro Social (una identificación de 9 dígitos) al pie de la letra si les dijiste lo que era de memoria, ¡sin presentar una identificación! Eso todavía me sorprende, en realidad.
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Aún así, mi mayor recuerdo como hijo de inmigrantes es el dolor y el sufrimiento que mis padres soportaron por mi bien y el de mis hermanos. Entonces celebro el día de mi llegada a Canadá, todos los años. Cada año, en este aniversario, cuento mis bendiciones y les digo a mis padres cuánto aprecio lo que hicieron por mí.