Tiene que haber consecuencias. Desafortunadamente, hacer cumplir esas consecuencias puede ser difícil.
Con demasiada frecuencia, como padres, buscamos abordar la situación inmediata, hacer que nuestro hijo se calme, hacer que se callen, y nunca observamos los efectos a largo plazo de lograr ese cumplimiento. Nos rendimos cuando no deberíamos. Nos da lo que necesitamos a corto plazo, pero nuestros niños guardan esa pepita de información, lo que los impulsa a hacerlo nuevamente.
Tengo que dárselo a mi esposa. Ella ha sido la más fuerte de nosotros dos, pero me ha ayudado a ser fuerte en la forma en que disciplinamos a nuestros hijos. Siempre nos aseguramos de que haya consecuencias por el mal comportamiento y que las consecuencias sean las mismas cada vez. No hay castigo físico. Es quitar los privilegios. Pierden la televisión. Pierden videojuegos. Pierden postres. Esas consecuencias deben suceder cada vez.
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