Un primer momento fue de mi maestra de matemáticas de séptimo grado. Le dije que no tenía sentido tratar de enseñarme matemáticas: lo había reprobado tanto en quinto como en sexto grado. Le dije que me pusiera al fondo de la habitación y que me dejara en paz (supongo que era un mocoso). Ella me dijo que acababa de hacer una declaración muy interesante, ya que nunca antes había estudiado matemáticas, sino solo aritmética. Luego se ofreció a pasar más tiempo conmigo para mostrarme qué era “matemáticas”. Ella me convirtió en matemáticas, y nunca recuerdo el hecho de que cometo muchos errores de cálculo, esos son “SOLO ARITMÉTICOS”.
El segundo momento fue cuando mi maestro de ciencias de noveno grado le dijo a la clase que si obteníamos un 100% en todas las pruebas y tareas, solo obtendríamos una C en su clase. Eso solo significaba que éramos buenos para leer, escuchar y regurgitar. Para obtener una A, tuvimos que hacer informes externos sobre cosas que despertaron nuestro interés, inventar nuestros propios experimentos y hacer informes de laboratorio sobre lo que hicimos, o hacer otras cosas que demostraron que éramos alumnos sobresalientes; de lo contrario, solo éramos estudiantes promedio.
Un tercer episodio ocurrió cuando le pregunté a mi maestra de geometría de décimo grado acerca de por qué no simplemente reprobaba al niño que se sentaba al otro lado de la sala y siempre interrumpía la clase. Ella respondió que él era realmente muy inteligente, y solo quería que alguien más en su vida pensara que no lo era. Siempre hacía exactamente la cantidad necesaria para obtener un D-, por lo que aprobaba el curso. Ella quería animarlo a aprender, no cerrarlo. Comencé a entender a las personas que pensaban de manera muy diferente.
El último episodio que me siento obligado a compartir fue cuando mi mejor amigo y yo tomamos ciencias de la computación a nivel universitario al mismo tiempo. En lo que a nosotros respecta, había tanto “trabajo ocupado” que no teníamos el tiempo ni la paciencia para hacerlo todo. Acordamos que haría los problemas con números impares, y que ella haría los problemas con números pares. Luego copiamos las respuestas el uno del otro antes de entregarlas. Tenía un promedio de 93% en esta clase al final del año, y el profesor me dio una B +, no una A. Cuando le pregunté por qué, respondió: ” No hiciste tu mejor esfuerzo para esta clase, ¿verdad? ”Cuando me di cuenta de lo acertado que estaba, tomé mi B + con gracia y le agradecí por la lección.
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Estas cosas me enseñaron acumulativamente que aprender era para mi propio beneficio, no simplemente para quedar bien en el papel. Intento transmitir este mensaje a mis propios estudiantes todos los días mientras les enseño 🙂