He tenido tres estudiantes morir en mi carrera. El primero fue un hombre mayor que dependía de una silla de ruedas y que tenía muchos problemas de salud. Como suele suceder, una enfermedad más pequeña provocó una reacción en cadena de enfermedades más graves, y finalmente sucumbió. Debido a su edad, no estaba angustiado por eso. Me entristeció verlo irse, pero con él no fue del todo una sorpresa. Lo que fue difícil fue que tuve a su ex esposa e hijos en las clases en los años siguientes, y siempre sentí mucha empatía por ellos.
El segundo estudiante que murió tenía unos veinte años. Él y su padre se ahogaron durante un viaje de pesca. Me enteré por el periódico. Pienso en él ocasionalmente y todavía me pone triste.
El tercero era un estudiante que era jugador de fútbol. Nuestro entrenador de fútbol lo alentó a mudarse del Área de la Bahía y asistir a nuestro pequeño colegio comunitario para alejarse de las influencias negativas de la vida de las pandillas. El entrenador me pidió que lo agregara tarde, lo cual hice. Trabajé con él tanto como pude para atraparlo. Intentó quedar atrapado, constantemente pidió ayuda, y lo hizo lo suficientemente bien como para haber pasado. Dejó de aparecer en las últimas semanas del semestre. Se mudó de regreso al Área de la Bahía para ayudar a cuidar a su novia y su pequeña hija, y fue asesinado en un tiroteo relacionado con pandillas. Esta fue la muerte más molesta con la que he lidiado. Tenía 18 años de edad. Este todavía me rompe. Es tan sin sentido.
Mi esposo enseña K-8 y también ha experimentado varias muertes de estudiantes. El primero fue un niño de 13 años que murió en un accidente automovilístico cerca de la escuela. Eso fue duro. El año pasado, nuestros vecinos, una madre, un padre, una niña de 8 años y un niño de 6 años, murieron en un accidente automovilístico la noche del Día de San Valentín. La niña estaba en la clase de cuarto grado de mi esposo y eso fue lo más molesto que lo vi en las casi dos décadas que lo conocí. Conocimos a estos niños desde su nacimiento. Toda la comunidad se vio afectada, y muchas, muchas personas quedaron devastadas. Pensé que ir al funeral del primer niño fue duro, pero ir a un funeral para una familia de cuatro fue lo más desgarrador que jamás haya experimentado.
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Conozco a muchas personas que pasan por sus carreras y nunca tienen esa experiencia, pero desafortunadamente, cuando trabajas con personas, ocurren tragedias como esta y nos afectan como a todos los demás.