Fuera de servicio, maldigo todo el tiempo, como un marinero, por así decirlo. En México, se dice que los albañiles son toscos, vulgares y conocidos por su lenguaje grosero, bueno, me las arreglo para sonrojar cuando maldigo.
Sin embargo, en el trabajo, nunca lo hago. No importa cuán humildes sean las personas que tienen educación en estos días, creo firmemente que un recreo educativo es un lugar de aprendizaje y desarrollo personal y social. Es más común que los estudiantes varones de primaria y secundaria maldigan, para ellos, es un signo de virilidad. Las escuelas privadas mexicanas (y algunas escuelas públicas) tienen políticas muy fuertes contra la maldición. Muchos maestros ven este asunto desde un punto de vista moral y religioso. En mi caso, es una cuestión de practicidad: el tiempo es muy corto para enseñar adecuadamente a los estudiantes cómo comunicarse de manera efectiva para que no puedan evitar la maldición. Pueden maldecir todo lo que quieran en su tiempo libre.
Al comienzo de cada año escolar, les digo a mis alumnos sobre mi postura sobre la maldición, y mi discurso es algo así:
“Maldecir no angustia mi alma ni me asusta en absoluto. En realidad, cuando estoy fuera de servicio, me encanta maldecir, tanto que hago sonrojar a los albañiles. No hay nada que puedas decir que no haya escuchado antes, y déjame decirte algo: apestas a maldecir. Simplemente no recoges líneas aleatorias y las juntas para formar una gran maldición: existen leyes no escritas sobre la forma en que colocas línea tras línea, y pareces ignorarlas todas.
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Bottonmline, no maldigas por la escuela, y lo más importante, no dejes que te atrape haciéndolo. La razón por la que nunca escucharás una maldición en la escuela es el respeto que le debemos a las instituciones educativas, algo así como el respeto que le debemos a una iglesia, o decirme algo, ¿maldices durante una misa o un servicio religioso? Fuera de la escuela es otra cosa. No sé y no podría importarme menos lo que haces en tu tiempo libre. Entonces, hazlo bien: no es una cuestión de hipocresía, sino de adecuación ”.