Lo más efectivo que aprendí como suplente fue hacer que los estudiantes realizaran la tarea lo más rápido posible. Para mí, la mejor manera de hacer esto era tener algo en la pizarra para que estuvieran trabajando, incluso antes de que sonara la campana (algunos maestros incluso llaman a estos ‘timbres’). Eso envió una fuerte señal a los estudiantes de que yo era profesional, sabía lo que estaba haciendo y esperaba que trabajaran, al igual que su maestro habitual.
¿Qué tipo de trabajo asigné? Tan a menudo como podía, formulaba preguntas relacionadas con el trabajo que estaríamos haciendo, pero si fallaba, publicaría algún tipo de enigma para que lo resuelvan. Mantuve a mano algunos de estos acertijos para tales ocasiones.
También aprendí a no tomar un papel al comienzo de la clase. Los estudiantes lo ven como un tiempo improductivo y lo aprovecharán al máximo. Saben que cuanto más tiempo puedan evitar que termines el papel, menos trabajo tendrán que hacer. Por lo general, simplemente le entregaba la sábana a la persona más tranquila de la habitación y les pedía que lo hicieran por mí. Asumen, generalmente correctamente, que si lo completan, también lo llevarán a la oficina y todos quieren una excusa para salir de clase.
Dos ideas simples que marcaron una gran diferencia para mí.
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