Tengo 21 años, y en el pasado 7 años totalmente problemáticos, el mundo me ha enseñado lo suficiente como para mantenerme en paz por el resto de mi vida. Me ha enseñado a amar mis imperfecciones, mis cicatrices, ya que no siempre son signos de fealdad, a veces en realidad son tokens, tokens de nuestro amor por nuestra familia, tokens de nuestros sacrificios por nuestra familia, por nosotros mismos, por la humanidad.
El mundo me ha enseñado a ser humilde, a ser respetuoso con todos pero al mismo tiempo a defenderme y no ser sumiso a mi propia dignidad. Ni una sola vez, dejar que otras personas se liberen de mi cortesía, humildad.
Me ha enseñado a ser sincero pero, al mismo tiempo, no se puede confiar en todos, no se puede decir a todos nuestras verdades. Así que estar al tanto de eso y estar limitado en mis palabras.
Me ha enseñado que los simples certificados de grado no son de ninguna utilidad en el mundo real. Es la educación real la que puede transformar a la persona misma y al mundo.
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Y en general. Me ha enseñado a mantener la calma, permanecer firme en mi terreno sin importar lo que me depare la vida. Porque todos los días, buenos o malos, es una oportunidad para aprender, para explorarnos a nosotros mismos para alcanzar las alturas más altas. Todo es hermoso, incluso si no lo es, una cara sonriente, una voluntad fuerte, una mente fuerte y tranquila puede conquistar el mundo.